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¿Realmente existen razas de perros más agresivas que otras?

Cada año, el número de casos de ataques a personas por parte de algunas razas de perros parece aumentar, ya sea que lo escuchemos en las noticias o lo leamos en algún artículo, generando un constante cuestionamiento sobre la posible existencia de razas caninas más propensas a comportamientos agresivos que otras. Ante este escenario, surge la inevitable interrogante: ¿realmente algunas razas son intrínsecamente más “malas” que otras? Este tema, debatido con frecuencia, nos invita a adentrarnos en un análisis más profundo sobre la naturaleza de nuestros fieles compañeros y las complejidades que rodean su comportamiento.

Los trágicos eventos que aparecen en las noticias adonde son protagonista algunas razas de perros, siempre reviven uno de los debates más discutidos: ¿hay razas más agresivas que otras, que requieran atención especial (incluso legal)? La respuesta que viene a la mente de muchos es siempre “sí”: después de todo, las razas han sido seleccionadas para desempeñar tareas específicas, y parece lógico pensar que aquellas “de combate” puedan tener un comportamiento más agresivo en promedio que las “de compañía”.

Sin embargo, la situación es mucho más compleja que eso. Veamos un poco más sobre este tema tan importante tanto para la seguridad de nosotros, los humanos, como para la de nuestros queridos perros.

¿Es cierto que algunas razas de perros son más agresivas que otras?

La respuesta que nos da la ciencia a esta pregunta es “no”. Según un estudio sobre el genoma de los perros, la raza solo determina el comportamiento de un animal en un 9%, y en esta cifra se incluye principalmente una característica específica: la capacidad de obediencia a las instrucciones humanas. El restante 91% está determinado por otros factores, siendo los más importantes el entorno en el que el animal fue criado y la educación recibida por los humanos.

Otros estudios, este del 2019 y más optimistas, sostienen que la genética de un perro influye al menos en un 50% en su comportamiento. Sin embargo, también señalan que los rasgos de comportamiento hereditarios están principalmente relacionados con la obediencia y la capacidad de ser entrenados, no con una supuesta agresividad innata.

¿De qué depende la agresividad de un perro?

Principalmente, depende de cómo se cría al perro. La razón por la que algunas razas parecen estar siempre implicadas en casos de agresión hacia los humanos, mientras que otras nunca aparecen en las noticias, es que las primeras son entrenadas desde temprana edad, fomentando ciertos comportamientos e inhibiendo otros.

En otras palabras, hay razas que se venden como “perros guardianes” o incluso “de combate”, esto significa que quienes crían esos perros orientan todo su entrenamiento en una dirección específica.

Un pitbull o un rottweiler criado correctamente desde cachorro no se volverá mágicamente agresivo una vez que sea adulto: somos nosotros quienes los hacemos así.

Por supuesto, también hay características físicas asociadas a diferentes razas que nos han llevado a diferenciarlas según su agresividad. Por ejemplo, nadie criaría un chihuahua como perro guardián, así como nadie regalaría un San Bernardo como mascota a una persona mayor que vive en un pequeño apartamento. Por lo tanto, es más probable que siempre veamos las mismas razas involucradas en ciertos eventos, pero una vez más, el punto no es la raza, sino el individuo y su educación.

Respecto a por qué los perros se vuelven agresivos, la respuesta es siempre la misma: sucede cuando se sienten amenazados de alguna manera o cuando perciben una amenaza hacia su territorio o hacia las cosas (o personas) a las que protegen.

En un estudio se menciona que “varios factores aumentan la probabilidad de comportamiento agresivo hacia las personas: edad, sexo, miedo, tamaño corporal, soledad”.

Por cierto, en este otro estudio también afirma que hay diferencias de agresividad entre las diferentes razas, pero no por razones genéticas o “innatas”: los perros de tamaño pequeño, por ejemplo, tienden a ser en promedio más agresivos simplemente porque son mucho más pequeños que nosotros y, por lo tanto, se asustan más fácilmente.

¿Es cierto que algunos perros tienen un carácter que no se puede cambiar?

Si hablamos de adoptar un cachorro desde temprana edad y criados correctamente, la respuesta es no, al menos en lo que respecta a la agresividad. Por supuesto, hay otras diferencias (estéticas, pero no solo) entre razas que deben tenerse en cuenta; si bien la agresividad en sí misma no es genética, otros comportamientos sí lo son.

Por ejemplo, hay razas naturalmente más inclinadas a guardar y proteger lo que consideran valioso, y otras que son genéticamente más protectoras hacia los humanos, y, por lo tanto, potencialmente más agresivas hacia los extraños. Sin embargo, estas son diferencias conocidas, seleccionadas a lo largo de cientos de años, que no impiden la posibilidad de entrenar a un perro específico para comportarse “bien”. No es de extrañar que quienes se ocupan de la adopción de perros hayan dejado de presentar a los animales según su raza (“Dick es un labrador, así que es perfecto para los niños“), prefiriendo destacar la personalidad del individuo (“Dick es un perro con un carácter dulce y paciente, por lo que es perfecto para los niños“).

El debate sobre la agresividad en las razas de perros nos lleva a reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos como seres humanos en la crianza y el cuidado de nuestras mascotas.

Si bien es cierto que algunas razas pueden tener características físicas o predisposiciones naturales, es fundamental entender que el comportamiento de un perro está influenciado en gran medida por su entorno y la forma en que es educado desde temprana edad.

Por lo tanto, en lugar de estigmatizar ciertas razas, debemos enfocarnos en proporcionar una crianza adecuada, socialización y entrenamiento para promover comportamientos positivos en todos los perros, independientemente de su raza.

Al final del día, la relación entre humano y perro se basa en el amor, la confianza y el cuidado mutuo, elementos que trascienden las etiquetas de raza y nos unen en un vínculo especial y duradero.

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