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Los insectos voladores, un peligro siempre presente para nuestros perros

Los insectos voladores, como moscas, mosquitos y flebótomos, son una constante amenaza durante la temporada cálida, insectos peligrosos para nuestros amigos de cuatro patas.

Los diferentes insectos voladores, que pueden transmitir enfermedades a nuestras mascotas, son siempre más una trampa mortal sobre todo para el perro, que pasa más tiempo al aire libre que el gato, y es generalmente un blanco habitual de estos insectos molestos.

Los insectos voladores no solo son una fuente de incomodidad y perturbación, sino que también son dañinos desde un punto de vista sanitario. Algunas especies de moscas, por ejemplo, atraídas por todo lo que es orgánico y preferentemente en descomposición, pueden poner sus huevos en las heridas o en las zonas de la piel que sufren fenómenos de maceración. De estos huevos nacen en poco tiempo un gran número de larvas, parecidas a gusanitos blancos y gorditos, que se alimentan vorazmente del material orgánico a su alcance, hasta cavar verdaderos túneles bajo la piel del pobre perro. La única forma de prevenir estas infestaciones, conocidas con el nombre de “miasis”, es asegurar una óptima protección, desinfección y limpieza de las heridas y de las áreas de la piel sujetas a inflamación y maceración: orejas, espacios interdigitales, cola y periné, zonas inguinal y axilar.

El término genérico mosquito (también zancudo)1​ se aplica para designar a los miembros de varias familias de insectos del orden de los dípteros y en particular del suborden de los nematóceros; en su uso más estricto, «mosquito» se refiere únicamente a los componentes de la familia de los culícidos. Como los otros insectos holometábolos, los mosquitos tienen cuatro etapas de desarrollo en su vida: huevo, larva, pupa y adulto. Necesitan el agua para completar sus ciclos de vida, porque las larvas son acuáticas.

¿Qué son los flebótomos y por qué son tan peligrosos? Los flebótomos son unos insectos voladores muy pequeños, de unos 2 o 3 milímetros, que se parecen a los mosquitos, pero tienen el cuerpo más peludo y las alas en forma de V. En Sudamérica también se conocen también como chitre, palomilla, manta blanca, quemador, pringador, jején, titira entre otros. Estos insectos son los responsables de transmitir la leishmaniosis, una enfermedad grave y potencialmente mortal para los perros, causada por un parásito llamado Leishmania.

Los flebótomos se alimentan de sangre y, al picar a un perro infectado, pueden adquirir el parásito y transmitirlo a otro perro sano. La leishmaniosis afecta al sistema inmunológico del perro, provocando síntomas como pérdida de peso, caída del pelo, úlceras en la piel, anemia, insuficiencia renal y hepática, entre otros.

No existe una cura definitiva para la leishmaniosis, solo un tratamiento paliativo que puede mejorar la calidad de vida del perro, pero no eliminar el parásito de su organismo. La mejor forma de prevenir la leishmaniosis es evitar que los flebótomos piquen a nuestro perro, usando repelentes específicos, collares antiparasitarios, pipetas o sprays. También es importante evitar que nuestro perro salga al exterior durante el atardecer y el amanecer, que son las horas de mayor actividad de los flebótomos. Además, se recomienda realizar una prueba de diagnóstico anual a nuestro perro, para detectar la enfermedad lo antes posible y empezar el tratamiento adecuado.

Antes, estas enfermedades tenían una distribución geográfica definida, pero con la movilidad cada vez mayor de los perros y la facilidad de desplazamiento de los insectos vectores, estas enfermedades se han vuelto prácticamente ubicuas.

La leishmaniosis se informa cada vez más en perros que nunca han abandonado las grandes ciudades. Esto se debe tanto a los movimientos de los insectos vectores mencionados anteriormente (recordemos que en los contenedores de barcos o en los neumáticos de camiones, las larvas de estos insectos pueden viajar largas distancias), como al hecho de que el mismo mosquito que chupó la sangre de un perro infectado durante unas vacaciones de verano en la playa, al día siguiente puede picar a un perro que nunca ha salido de la ciudad.

La prevención se vuelve necesaria y aconsejable.

Si bien la filariosis está relativamente controlada gracias a terapias preventivas efectivas que bloquean el desarrollo de las larvas de filaria transmitidas por el mosquito al perro, desafortunadamente, para la leishmaniosis aún no existe un método preventivo directo eficaz disponible.

Hasta que la investigación farmacéutica proporcione un método de prevención directa para la leishmaniosis, la única opción actual es prevenir las picaduras y las comidas de sangre de mosquitos y tábanos.

En este campo, la investigación ha desarrollado productos con acción repelente de insectos: collares, spot-on y lociones a base de permetrina y otras moléculas, que, si bien no son completamente efectivos, pueden proteger durante períodos más o menos prolongados contra la acción de los insectos vectores.

Junto a estos medicamentos, existen productos a base de esencias vegetales (citronela y geranio son las más efectivas) que, aplicadas con un ligero masaje sobre el pelaje, ejercen una acción repelente contra los insectos voladores. Estos productos son bastante efectivos y no tienen efectos tóxicos, pero su actividad es limitada en el tiempo, deben aplicarse al menos una vez al día, preferiblemente durante las horas de mayor actividad de los insectos hematófagos (atardecer y primeras horas de la noche). Además, se debe prestar atención para aplicarlos uniformemente en toda la superficie del cuerpo del perro para evitar dejar áreas de piel descubiertas donde los insectos puedan posarse. Por último, si el perro se lava o se moja accidentalmente, el producto debe aplicarse nuevamente.

Hablando de productos naturales, recientemente se han estudiado extractos vegetales con propiedades interesantes: cuando se ingieren como aperitivos, estos extractos pueden reducir la liberación cutánea de algunas sustancias (especialmente dióxido de carbono y ácido láctico) que atraen irresistiblemente a los mosquitos y tábanos. De esta manera, se reducirían significativamente los estímulos olfativos que atraen a estos insectos voladores hacia el perro, disminuyendo el riesgo de picaduras y transmisión de enfermedades.

Lo más importante es siempre poder acudir al veterinario ante cualquier síntoma sospechoso, como hinchazón, enrojecimiento, costras, sangrado, fiebre, decaimiento o dificultad para respirar.

Los insectos voladores son un peligro para nuestros perros, pero podemos evitar que les causen daño siguiendo estas recomendaciones y cuidando de su salud y bienestar.

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