La verdad detrás de la consabida frase: “Como perros y gatos”
¿Cuántas veces hemos escuchado “ser como perro y gato” para referirse a relaciones desastrosas? Este mito sobre el odio entre felinos y cánidos se basa en el instinto depredador de ambas especies.
Recordamos que antes de la domesticación los dos, eran cazadores, y que aún hoy es unas características que todavía siguen en ellos y en su comportamiento.
En los felinos, por ejemplo, este instinto es aún más marcado, incluso sus sentidos se han perfeccionado lo suficiente como para convertirlos en excelentes depredadores.
A todo esto, hay que añadir que los gatos han sido domesticados más recientemente que los perros. Todos estos factores hacen que los gatos se adapten menos a vivir con otras especies, pero no es una misión imposible.
Los perros y los gatos son como el “familiar no humano” más frecuente en millones de hogares alrededor del mundo. Y, a pesar de que pueden considerarse enemigos naturales o de tener muy pocas cosas en común, hoy en día, queda demostrado que ambas especies pueden vivir sin problemas bajo el mismo techo.
Al ataque o en defensa
En Israel, en el año 2006, se llevó a cabo un estudio en 170 hogares que poseían perro y gato aplicando cuestionarios y analizando grabaciones en video.
Los resultados del estudio demostraron que en dos tercios de los hogares, perros y gatos tenían una relación amigable con alta motivación para iniciar el juego mutuo; un 25% mantenían una relación indiferente y solo el 10% interactuaba de forma agresiva.
La agresividad de los perros hacia los gatos es mayormente de tipo predatorio, territorial y competitiva.
La agresividad de los gatos hacia los perros es más de tipo defensiva, territorial y de juego.
Otro detalle interesante fue el análisis de la forma en que cada una de las especies interpretaba el lenguaje corporal de la otra, y en especial de aquellos movimientos que tenían un significado diferente para cada especie.
Veamos:
Lenguaje corporal | El perro lo considera | El gato lo considera |
Extender la extremidad delantera | Un signo de sumisión, de evitar el conflicto. | Un signo de agresividad. |
Echarse boca arriba | Un signo de sumisión. | Un signo de agresividad. |
Apartar la cabeza | Un signo de sumisión, de evitar el conflicto. | Un signo de dominio o agresividad. |
Mover la cola en posición horizontal | Un signo amigable o de sumisión. | Un signo de agresión, si es toda la cola, como un látigo, o de tensión relativa a la caza o al juego, si es solo la punta de la cola. |
Sorpresivamente, ambas especies mostraron, en más del 75% de las ocasiones, una alta capacidad para interpretar correctamente las señales que la otra emitía.
Asimismo, tres cuartas partes de las parejas perro-gato estudiadas realizaban el contacto “nariz con nariz”, una conducta de saludo filial exclusiva de los gatos que los perros habían aprendido a utilizar a partir de su convivencia con felinos.
Juntos como hermanos
Otros resultados señalaron que existe una relación entre la edad a la que sucede el primer encuentro y la probabilidad de que la relación mutua sea amigable, así como con la capacidad para interpretar el lenguaje de la otra especie.
- Es mejor cuando el perro y el gato se conocen a edad temprana. Las probabilidades de entendimiento y buena relación serán óptimas si el primer encuentro tiene lugar a una edad temprana, hasta los 6 meses en el gato y 12 meses en el perro. Cabe señalar que la capacidad para el aprendizaje social de un animal joven tiende a desaparecer con el tiempo.
- Es mejor cuando el perro se integra a una familia después que el gato. El orden de la adopción parece influir. La convivencia tiene más probabilidades de éxito cuando el perro es el último en llegar a la familia. Según lo observado, el orden de adopción no parece influir en la actitud del gato, pero sí en la del perro, quien podría estar menos dispuesto a compartir la atención de sus propietarios con un gato recién llegado, que a aceptar el estado de cosas cuando es el último en llegar.
En conclusión, los perros y los gatos pueden convivir y llegar a establecer una relación amigable, pero esto va a depender en gran medida de factores como la edad a la que sucede el primer encuentro, el orden de adopción o la manera en que se realiza dicho primer encuentro.
Y si más hogares acogieran a ambas especies, las posibilidades de adopción de los animales en los albergues mejoraría significativamente y nosotros disfrutaríamos de lo mejor que un perro y un gato pueden brindar a nuestra familia: afecto, amistad y los beneficios de una mejor calidad de vida para todos.