Cuantas veces un Pit Bull, un Rottweiler o cualquier otra raza ha sido etiquetada como “potencialmente peligrosa”. Se eres dueños de unos de estos perros, seguro has sentido alguna vez la mirada crítica de otros o has recibido preguntas incómodas. ¿Pero realmente tu perro es más peligroso solo por su raza? La realidad es mucho más compleja.
La cuestión de los “perros potencialmente peligrosos” es compleja y a menudo controvertida.
Tras un ataque canino, es común preguntarse de inmediato cuál fue la raza involucrada.
Este reflejo es especialmente fuerte cuando se trata de razas “demonizadas” como el Pit Bull o el Rottweiler, conocidos por su fuerza física y sus posibles capacidades dañinas. Sin embargo, la realidad es más matizada.
Incidentes caninos y contexto familiar
Lo primero que debemos resaltar es que la mayoría de los incidentes ocurren con perros de familia o conocidos, lo que implica una serie de causas y subcausas que a menudo se subestiman.
Además, aunque el ADN puede influir en la disposición del perro, no determina su carácter.
Los factores sociales y ambientales juegan un papel crucial en moldear el comportamiento del can.
¿Ambiente o Genética?
El psicólogo y especialista en comportamiento animal, Juan Manuel Liquindoli, afirma que “no existen razas más agresivas que otras”.
Según los avances en estudios genéticos, los rasgos agresivos tienen una herencia muy baja, es decir, no suelen transmitirse del perro a su cachorro.
La agresividad de un perro depende de muchos otros factores relacionados con el ambiente, la educación y el contexto en el que creció, más que con la raza misma.
Tamaño y potencial de daño
No se puede negar que hay perros capaces de causar más daño debido a su peso, la potencia de su mordida y la morfología de su cabeza.
Sin embargo, esto no tiene nada que ver con un comportamiento intrínsecamente agresivo.
Se ha demostrado que los perros de tamaño pequeño, de menos de nueve kilogramos, tienden a ser más reactivos y tienen más probabilidades de reaccionar defensivamente porque tienen más de qué temer.
Un ataque de un Chihuahua, obviamente, tendrá consecuencias mucho menos significativas que uno de un Gran Danés.
Pero es importante aclarar esto para no estigmatizar a las razas, ya que no existen razas más agresivas que otras. La agresividad está más determinada por el contexto, el ambiente y la educación que un perro recibe a lo largo de su vida.
En resumen, son sus experiencias de vida las que lo marcan, más que la genética.
La importancia de la socialización
La genética cuantitativa, que estudia qué rasgos de comportamiento están relacionados con la genética y la herencia y cuáles con el ambiente, nos muestra que la mayoría de los comportamientos cotidianos están más influenciados por el ambiente.
Así, “no existe una naturaleza agresiva de un individuo”.
En los primeros cuatro meses de vida, hay un “periodo ventana” en el que el cerebro del perro es más permeable y receptivo para asimilar todo lo que se le presenta.
En ese momento, debemos exponerlo a otras personas, otros perros, sonidos y todos los estímulos con los que convivirá en su vida adulta.
Educación y prevención
Además de los educadores caninos y operadores que trabajan con animales, “todos los tutores deben recibir una educación preventiva antes de adoptar cualquier tipo de perro para comprender sus necesidades y las formas en que deben ser entrenados”, concluye Liquindoli.
En algunos países, cualquier persona que adopte un perro debe pasar por un proceso educativo para entender a su mascota, cómo funcionan sus mecanismos de aprendizaje y cuáles son sus necesidades.
Esto podría prevenir que algunos perros desarrollen problemas de agresividad en el futuro y se conviertan en potencialmente peligrosos para los humanos.