Educar un cachorro, una tarea para los dueño que parece ser imposible da cumplir. Pero no todo es imposible.
Cuando pensamos en educar un cachorro que recién ingresa a su nuevo hogar, todo es alegría y diversión en familia. Sin embargo, a medida que el cachorro crece, nos mostrará diversas conductas que pueden ser problemáticas para la convivencia y el vínculo humano-animal. Acompáñanos en este artículo a comprender la importancia de una educación temprana en la prevención de problemas de comportamiento.
Por MV Luis Antonio Buitrón Ramírez
CMVP 12957
COGNIVET
La convivencia con cachorros es una experiencia única para los tutores primerizos que se aventuran en la crianza de una nueva especie. Al inicio de esta interacción la convivencia puede estar matizada por anécdotas divertidas, comportamientos curiosos y sentimientos de ternura, amor y compasión por ellos. Sin embargo, toda esta etapa inicial puede verse contrastada cuando comienzan a aparecer las conductas problemáticas que son parte del desarrollo conductual del cachorro.
A partir de la tercera semana de vida, los cachorros pueden comenzar a ver y escuchar los diversos estímulos de su medioambiente social y físico. En este período, las interacciones con sus hermanos de su camada, la madre y personas, resultan fundamentales para fomentar la socialización con individuos de su especie y los humanos, lo cual puede prevenir problemas de miedo y/o agresividad en su etapa juvenil y adulta.
Adicionalmente, la madre se encarga de educar al cachorro al corregir e interrumpir el juego brusco de los cachorros y también lo incentiva a explorar otros ambientes y texturas. Este proceso natural de educación realizado por la madre tiene lugar durante los primeros dos meses de vida. Por esta razón, se recomienda que los cachorros sean adquiridos a partir de los 2 meses a 2 meses y medio de edad, para que puedan beneficiarse de la educación maternal.
Una vez que el cachorro es separado de su madre y llega al hogar, puede exhibir diversas conductas problemáticas como vocalizaciones durante la noche y madrugada, micción y defecación en lugares inadecuados, destructividad y juego brusco. Estos comportamientos son normales y forman parte de su desarrollo conductual. Sin embargo, pueden llegar a ser un problema en la convivencia si no implementamos un plan educativo que nos permita manejar estas situaciones en el hogar.
La educación preventiva del cachorro se puede iniciar desde los 45 días. A partir de esta edad, el cerebro del cachorro está apto para recibir e intercambiar información con su entorno. Por ejemplo, los cachorros desarrollan una preferencia de sustrato para miccionar y defecar entre los 45-60 días, el cual representa un momento ideal para que podamos entrenarlo y exponerlo a la textura donde deseamos que orine o defeque (pañal de entrenamiento, grass natural, etc.).
Esto lo podemos lograr llevando al cachorro varias veces al día a la zona de evacuación, especialmente luego de dormir o despertarse de una siesta, jugar o comer. De esta manera, el cachorro tiene varias oportunidades de orinar/defecar en el lugar destinado. Este comportamiento puede reforzarse con el uso de premios como estímulos positivos una vez que el cachorro ha terminado de evacuar.
Otro ejemplo es el manejo de la destructividad. Los cachorros a partir de los 30-45 días comienzan a explorar su ambiente con la boca, lamiendo, mordiendo o masticando diversos objetos., situación que coincide con el inicio de la erupción dentaria. Si durante los primeros meses, los cachorros aprenden a morder madera, plástico, telas u otro objeto que sea parte de la decoración de la casa, más adelante será muy difícil cambiar este hábito.
Por ello, es importante poder ofrecer juguetes con diversas texturas durante este período para satisfacer la necesidad de explorar con la boca y redirigir las mordeduras hacia objetos adecuados (juguetes). Este manejo debe de ir la mano con la restricción del acceso a algunas áreas del hogar y hacer la casa a prueba del cachorro, para evitar los comportamientos destructivos y la adquisición de hábitos inadecuados.
Por otro lado, el entrenamiento en educación básica para que aprenda a sentarse, echarse, quedarse quieto o venir al llamado, también puede iniciarse en este período. La edad ideal es a partir de los 45 días. Este entrenamiento debe estar basado totalmente en el uso de reforzadores positivos para que el cachorro asocie el comportamiento que buscamos (sentarse) con una experiencia positiva (premios).
Además, debemos tener en cuenta el nivel de atención del cachorro, el cual normalmente es bajo. Por ello, realizaremos sesiones de entrenamiento cortas (5-7 minutos) y divertidas (seguidas de una sesión de juego), para evitar sobrecargar con mucha información al cachorro.
El cachorro es capaz de aprender muchas cosas más, pero esto depende de nuestra consistencia en la realización de los ejercicios y rutinas, y el tener la paciencia para comprender que la educación es un proceso dinámico, lento e individualizado.
El uso del castigo físico y verbal en la educación del cachorro está contraindicado y puede tener repercusiones serias en su desarrollo emocional, afectando así nuestro vínculo con él y predisponiéndolo a la aparición de patologías del comportamiento.
Si tenemos un cachorro en casa, debemos enfocarnos en educarlo de la mejor manera respetando su bienestar físico y emocional.